Siempre
hay un momento de silencio y paz, una pasión incondicional antes de
ponerme a tocar.
Me siento en el borde del crujiente banco, cierro los
ojos e inspiro sentimientos, sueños, recuerdos, ilusiones... Pongo los
dedos en las teclas, frías pero tan suaves...
Toda la energía contenida
en mi sale gradualmente y viaja hacia la punta de mis dedos. Adoro
escuchar el eco de cada nota rellenando el silencio de la habitación, mi
corazón se llena de alegría y de tristeza con el trascurso de las
canciones.
Estos momentos son de los más preciados en mi vida, en los
que soy capaz de crear mi propio mundo, sentir la brisa en una montaña
verde y frondosa o en una playa desierta. En el momento que empleo toda
mi energía en tocar una nota, siento mi cuerpo y mi alma, liberados de
la vida diaria, la rutina. Momento en el que me desnudo, emocionalmente y
aparece la parte más sincera de mi, que sin pudor confiesa todo ante
las teclas de un piano, transformándolo en algo llamado música.
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